El hombre desciende de su cápsula empotrada al suelo, cama a
medio vestir con la franela gastada de un blanco tenue y rocoso que
desentona debajo de la ventana, los insomnes pasos le estremecen el resto de
las piernas con complejidad, las paralelas y agrupadas cuerdas del arpa rítmica
se sitúan al centro del salón, las
curvas descendentes que la llenan
entorpecen la vista de lo recuadros colgados al fondo entre los demás instrumentos.
Las escaleras vecinas del portón sufren de
mareos por su vértigo a la altura y de igual forma el día es una variación desecha en sus deseos,
entonces cae fulminante ante el abandono de su pluma para parir ritos y plegarias. Con los glúteos
a cuestas y sin la cintura en orden, abandona la acera para treparse en las
franjas de las calles empapadas de duendes y hojas de Moras.
El hombre como asesino a sueldo, con la frenética mirada del cazador, huye de
la emoción infinitesimal que se cobija en los albores del cálculo mas
retorcido, huye del campo de fusilamiento de su sudor con las manos cargadas de algodones y brisas. Parte su
encomiado traje de Oz en catapultas de botones, suelas y cordones. Intenta
ganarle a su sombra arribando a los desembarcaderos de cada esquina con prisa inocente. Las paredes terminadas en
balcones y azoteas se balancean con el guitarrazo
de algunas bocinas, sin tesis, sin penachos verdes la arrugada
figura rema con suposiciones por los
corceles de la búsqueda.
Fue la duda subalterna capa,
disparatada taquilla de orfebres y principiantes de la alquimia, un riscoso
paradero húmedo de utopías, el pleito en sus ojos es un detonante vulgar de
ilusiones compactas, ojeras del miedo, cintas
adhesivas de prohibición, columpios colgados de abstractas sinfonías,
fue…porque ya no es…un descamisado umbral de bahías. Ahora disimula su muerte viviendo en las cofradías de su vida rutinaria que hoy despierta.
Es feliz en
su arribo colonizador, en su abordaje intrépido que lo sumerge a la vez en cada
táctica de avance, olvida con triste
vergüenza la caravana de inciertos, la
fusilamine entrevista con las luciérnagas de las decepciones, sufre con
descalabro la tortura ennegrecida de los arrebatos, de las incomprensiones y de
esos mechones de cabellos envueltos en la locura, no hay raíz para el anclaje,
no hay motor para mayores proporciones, solo decisión y tiempo que lo llevan cual mensaje por las
riveras de las iniciaciones.
El hombre es un ser común, sin
independencias, sin catastro de impedimentos, romántico despilfarrador de auxilios encomendados y libertos, el
hombre reconciliador de argumentos básicos y elocuentes es también cause
de improvisadas alucinaciones, un
mendigo voraz y un capitán sin navío en
este último minuto, está próximo al concilio que ofrecen sus brazos, se
desespera por llegar, a ese molino de caricias que espera su trigo.
Cada hora del día tiene años dibujados
en sus estructuras temporales, el tedio transcurrir de estos es un acero
fortificado con mas y mas fuerza y dureza, acorralado en sus anillos el hombre
compite con todas las medallas de su voluntad,
se engrandece con golpes certeros de
ansiedad a su sangre de héroe.
Por fin llega. Ella es mágico trozo de
crepúsculo, con unos grandes luceros
debajo de la frente, la melena que adorna su cuello no parece real, está quieta
en medio del lugar indicado para el duelo, es una señal más de la extensa
calle, un árbol mas y una estrella más en medio del universo urbano. Le ha
visto y sonríe, con esa alegría de pequeña y traviesa niña ante un dulce.
Ella es un derrame de todos los ríos y
todas las azucenas juntas, un escandaloso y magnifico naufragio en el paraíso de todo lo único y todo lo bello.
Ella es esa
puerta encendida de laureles, ese arenoso teatro de invitaciones, ella tiene en cada línea que esculpe su rostro un
pincel maestro que interpretò la
divinidad en cada trazo.
Ella es llave, cometa y ave que
intranquila se declina entre sus fibras, la piel acanelada parece trinchera a
prueba de todo fuego, hace tanto que
espera este encuentro, este despegue de
sus islas mas frustradas, este recorrido por sí misma en el cuerpo y mente de
otro ser, ella confía, se arrima con destreza, y en el acercamiento el alma se
hincha como esos peces globo de los
mares, las mejillas se enrojecen y algo
en sus acantilados, se enciende y llora.
Por fin el beso, un llamado siniestro de todos los gemidos, todas las ganas en un solo y precipitado acto.
LCRODRIGUEZ/2015.
0 comentarios:
Publicar un comentario