“Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”
Proverbio japonés.
Giros
a la derecha, entona esta hoja de sierra sobre la fibrosa epidermis de la
madera, un corte sin preámbulos, inusitado por la fuerza de mis manos. Hay una
arena empolvada lloviendo en las uñas y
los poros que tatúan el surco, bajo el
telón del jardín. Hay un remolino
ingenuo y resbaladizo trotando entre los rieles que se abren y separan como las
puertas del granero. Venzo con cautela el nudo endurecido que aglomera el
centro, paso con cabizbaja mirada por
esa inanimada vertebra y comparo el pasado con el presente, precisamente como esas dos
mitades que nacen de este acto. Así, como de verdugo embestido por la furia de
este sable circular y montañoso veo el destino que empujas hacia mí y así de
rendido como el esqueleto vegetal que hoy inciso, me atraviesas con tu voluntad
de eterna mujer.
Este
era el mangle disparatado que naufragaba y se anclaba al arrecife, aquel que conmueve
la tarde, crece en espiral y se enamora
de tus manos en su tallo, el mangle enroscado como la hierba detrás de rosal, las
pequeñas burbujas que se arrastran sin corriente, más bien como un capricho
testarudo en fila, emergen con
gracia y altanería por debajo de tus
pies en mi ilusiòn, y te miro sin nublados en
los ojos, para verte el latido del alma mientras le desojo con este
bisturí dentado. Voy a ti en cada franja y te miro con los dientes del suspiro, con el eco del anhelo y me reparto en tus pechos
como ese aserrín que navega en el viento, me repito mientras desgarro en trozos la leña, te miro
en ese vaivén distraído que encandilan tus muslos en mi mente, te miro con la marcha de mis pensamientos vulcanizados por la candidez que me taladra
en esas pulsaciones involuntarias y lívidas al desearte.
¿Que
será de ti en este minuto, que aventura podrá cobijarte en este segmento de
esplendor de distancias y utopías, que brillo enmudecerá en el trino de tu voz
cuando respondes amaneceres? Yo voy entretejiendo a ratos la trenza de la tarde
y el divorcio de la madera, rasgada con el sedal de mis nostalgias , yo voy
abriendo compases en ese vicio que
incrustó la raíz en esta porción de manglar, yo tengo una gaviota remando en tus espaldas, caracolas pinceladas
acariciándote, tengo algas boreales retozando en la lengua, en el labio, en el
ombligo que escarba tus orígenes, tengo
una sonrisa instigando en la fibra de tu ser, como esta espada deforme abre el joven mangle que hoy
aserrucho, pensándote, pensándote.
Lcr/dmq/dic/..2015
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