Palabras Cubanas

Un Blog de Leonel Castellanos Rodriguez

En el teatro del Adiós



(Acto primero)

Descolorida la carpa, como el heno que yace en las alfombras
retocadas con hebras multicolores
Por la mano del sastre escondido entre tramoyas y bastidores
¡Ay!... y esas enormes murallas de oscuras manchas que descansan
en la entrada de cada telón, de cada nudo, de cada galería, vivas otra vez
Un clarinete con el ébano de sus balcones y pestañas empañados
sin barrilete ni abrazadera, se descuelga en algún rincón
Así, con un sombrero de tres columnas rojas salpicadas de lentejuelas
Llegó el bufón con una rosa enraizada desde el corazón
Chaqueta desteñida por el azul grisáceo de un amarillo
amontonado en las monteras piconas
y zapatos de pompas de jabón, endurecidos y ciegos, patinando sobre la lona
Para cantar aquella balada, entre piruetas y bohemios gestos de olvidado amante
Con el ritual del halcón que bajo y alicaído vuelo defiende en un instante
cuando su amor se ha marchado

(Acto segundo)

La enorme cabalgata hasta el angosto comedor de persianas insomnes
Lleva de esquiva desmedida entre cuadros con paisajes de batallas y flores
La frente se desprende como cera recién encendida, en los pasos
Y en las manos un crucifijo sufre como un péndulo, los oscilados movimientos
Ya nada de los aromas de su carne, ya nada en el silencio de la búsqueda
Solo una intrépida ansiedad, solo un bálsamo de dolores
Solo calma, solo sombras, luto, ocaso
No toméis amanecer esta alma mía, pide, sin que sus labios
Entierren en las madreselvas de mis fibras, el beso que colme
De vientos salvadores mi poca existencia sin sus ojos
No toméis destino, clama, las rendijas aventureras que se agrietan en los finales
Sin que su nombre me llame, lejos de esta locura de antojo
Por beberme todos sus causes, porque será pecado
Dejadme decirle, antes que me lleves adiós joven, amor quédate


(Acto tercero)

En el bar de cualquier esquina, en la barra de cualquier bar, el brazo es extensión
De una copa ensangrentada, copa de mediana estatura, soñolienta y bohemia
La Vitrola se impone con la melodía de una carrasposa voz melancólica, las gotas
Impacientes de una lluvia enfurecida golpean los vidrios de la noche
Y hay un llanto oculto en lo profundo de quien bebe y recuerda
El bullicio es sordo, como muda la risa y triste la mirada resbalando sutilmente en los espejos sarcásticos de sus imágenes
Dos se besan justo detrás en el diván, otros bailan en la pista, más él esculpe en su
Asiento singular y apartado, culpas, lagrimas…y piensa
Cuando es el amor el dios que nos fragua, y nos decapita alguna vez, será entonces la vida, el último sitio en que queremos estar
Cuando es su himno, un plegaria de derrota y un poema moribundo
Es la vida un desierto que nos niega, con sus arenas, a seguir la marcha



L. Castellanos / E. Obanyoko

SIRENA DEL BOSQUE







Tenía puertas dentadas el carrusel que abandonó la lluvia
Tenia un suplicio de muerte la arena revuelta del parque
Se sentó mirando al cielo aquel paraguas
que alguien escondió entre las costuras de un banco
Tenía en su vuelo primero el pichón de paloma,hojas de primavera acompañándole
Tenia hasta la nube más remota, cual jiste blanqueado
confecciones de mil miradas indubitables
Pero para el espacio que como jubón me aprisionaba solo hallaba migajas de vacío.


Tenía la hierba verdecida
trampas florecidas de mariposas revoloteando entre sus tallos delgados
Tenia la tarde una pasarela indómita y caprichosa para desnudarse
Tenía la cornisa más elevada debajo del tejado, el hollín de chimeneas y años
Y justo detrás, asoma una veleta coronando lo alto del campanario
Pero tú… sirena del bosque, tú no estabas.


Tenía la pequeña grieta inocente en la pared
frases de amantes maquilladas y mezcladas con auxilio
Tenía el caminar de la gente el zigzag de los perros callejeros
agujereándoles el paso
Y la romanza de la fuente una cristalina tela abanicada.
Tenia la copa del ciprés una cigarra vagabunda adormecida por la brisa
Tenía temblores de un lampar dominante por sed en la boca, tenía volcanes en el pecho, pero tú no estabas.


Tenía atascado en los surcos de la frente el sudor de la espera
Tenía la fiebre de alucinaciones de un escarnio acechándome por las espaldas
Tenía dagas hambrientas y desorientadas
de incertidumbre golpeándome las asaduras
Tenia de hastío, tenia de desplomado valle y desdeñado salmón
Tenia hasta la libertad para morir, pero tu…sirena del bosque, tú no estabas.

Grilletes jóvenes empuñàndome los tobillos
Horrendas comarcas de escalofríos habitándome
Frescos estigmas, desangrados recuerdos, miedo, pena, quebranto
Tenia al caballero negro, ese que por silencio nombran
tirando de la cuerda que por el cuello me sujetaba
Tenia hasta la nada para mi solo, porque tú…sirena del bosque, tú no estabas.


L.C.R./CH/2013.