Es en todas
las ocasiones el amor un tabernáculo de nuestras vidas para refugiarnos, aunque
si algo me han enseñado los años es que precisamente la vida es un método que suele transcurrir de manera extraña, una
simbiosis regeneradora en lo social y confusa en lo conmutativo del ser.
¿Si la álgebra y la física me conducen por leyes
que me absorben y planean mis tropiezos, mis aciertos y mis tempestades, si la
fantasía es bruma dibujada en las encrucijadas de cada día, porque no levanto
las banderas y me voy alto, mas alto que el cielo?...¿Por que no hay
manantiales en los iconos de mi pies?
Todavía en
las esquinas del viento que me azota propongo papalotes de nosotros como un
litigio entre ser y navegar por las
escamas de los espacios, todavía cambio
las libélulas por libres saltamontes, y desperdicio equilibrios en los altares
de un beso cuando se me antoja.
La contención de esas riveras intrusas en la
mente, el danzar de un tránsito neuronal
sin escapes, sin más desgarro que aquel del quebranto y la incertidumbre,
la prisa de las espinas del destino me hacen des balancear los horarios, los
cráteres y los mármoles de toda costumbre. Ya no tengo fragancias en las sienes
que me recuerden el sendero de regreso, ya no camino en círculos entre los
matorrales de la inocencia, ya no cultivo instantes de gloria frente al espejo como Don
Quijote.
Vestido de negro estaba el gatillo el día que mataron a Facundo, cual
cobardes se apostaron entre sus melodías y su mirada, sin más codicia que su ignorancia…y se llevaron el
alma, ¿Cómo puedo quejarme de mi suerte por unas ampollas en las manos?...
¿Cómo, si yo he podido mirarme en tus ojos?... además de entregarte las nubes
de ese amanecer que me habita, y esa sed en tus suspiros, no puedo llorar
huellas, ni calambres ni materias inconsistentes de místicas osadías cuando
estoy junto a lo que eres.
En todas las dimensiones y ejes de lo incognoscible puedo hacer
catarsis en el reposo de mis pensamientos, puedo degollar las ansias sin
destino, sin fronteras, y vaciarme en el laberinto más espeso de lo cautivo y de lo inverosímil sin sospechas ni
testigos, a solas, como un hechizo que se fragua en la quimera juvenil. Los
pertrechos y los huesos deambulan en los estados y vendrá un águila roja a
posarse sobre las grietas de la tierra, escupirá desde sus alas un torrente
apocalíptico que desnudara la noche, por un pez, un barco y una roca marina, vendrá
también un socorro desde lejos cuando se cierren mis ojos en esa mazmorra del
tiempo, para fusionar mis instintos como lo hace el mortero en la cañada del
arroyuelo con el lino de su orilla. Para entonces
un rey caerá desde su trono apuntalando
la historia, será el desierto
agua, y las nubes un humo denso de bullicio
y constelaciones despedazadas, ya no habrá cintura que te aferre a la calma, ni
al pasto de las poesías, el alimento se perderá en los números de unos pocos, los ladrillos rojizos de aventuras descansaran sobre la
trémula calle, y recordarás mi nombre.
Pondremos tablas detrás de las ventanas, rezaremos a nuestros dioses y cada silaba de nuestro
canto será la brisa que podrán repetir los colibríes cada día de Abril.
Ha comenzado el ritual de las adivinaciones,
han llegado las manchas del crepúsculo más volátil, si dejo en tus
manos mis acertijos y mis retratos puede que entonces me acepten en los anillos de urbanas mareas, puede que aun pueda
distinguir tus cabellos del rizado horizonte, puede que incluso te cobije en el
manzano de las esperanzas, y me ruegue una oración de infinitos y
armonías. Cada rodilla en mis palabras serán sentencia que te persigue en lo eterno,
cada vocablo de mis deseos, cada cuña en
el espíritu desmontará azucenas
de nuevas variaciones. Como aquel minuto
que muere para hacer nacer otro incansablemente.
lcr/2015/ch/dic/lcr-pc.
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