Palabras Cubanas

Un Blog de Leonel Castellanos Rodriguez

EPÍSTOLA VI

                                                          

Es  en todas las ocasiones el amor un tabernáculo de nuestras vidas para refugiarnos, aunque si algo me han enseñado los años es que precisamente la vida es un método  que suele transcurrir de manera extraña, una simbiosis regeneradora en lo social y confusa en lo conmutativo del ser.

¿Si la álgebra y la física me conducen por leyes que me absorben y planean mis tropiezos, mis aciertos y mis tempestades, si la fantasía es bruma dibujada en las encrucijadas de cada día, porque no levanto las banderas y me voy alto, mas alto que el cielo?...¿Por que no hay manantiales en los iconos de mi pies?
Todavía  en las esquinas del viento que me azota propongo papalotes de nosotros como un litigio entre ser y  navegar por las escamas de los espacios, todavía  cambio las libélulas por libres saltamontes, y desperdicio equilibrios en los altares de un beso cuando se me antoja.

La contención de esas riveras intrusas en la mente, el danzar de un  tránsito neuronal sin escapes, sin  más desgarro  que aquel del quebranto y la incertidumbre, la prisa de las espinas del destino me hacen des balancear los horarios, los cráteres y los mármoles de toda costumbre. Ya no tengo fragancias en las sienes que me recuerden  el sendero  de regreso, ya no camino en círculos entre los matorrales de la inocencia, ya no cultivo  instantes de gloria frente al espejo como Don Quijote.

Vestido de negro estaba  el gatillo el día que mataron a Facundo, cual cobardes se apostaron entre sus melodías y su mirada, sin más  codicia que su ignorancia…y se llevaron el alma, ¿Cómo puedo quejarme de mi suerte por unas ampollas en las manos?... ¿Cómo, si yo he podido mirarme en tus ojos?... además de entregarte las nubes de ese amanecer que me habita, y esa sed en tus suspiros, no puedo llorar huellas, ni calambres ni materias inconsistentes de místicas osadías cuando estoy junto a lo que eres.

En todas las dimensiones  y ejes de lo incognoscible puedo hacer catarsis en el reposo de mis pensamientos, puedo degollar las ansias sin destino, sin fronteras, y vaciarme en el laberinto más espeso de lo cautivo y de lo inverosímil sin sospechas ni testigos, a solas, como un hechizo que se fragua en la quimera juvenil. Los pertrechos y los huesos deambulan en los estados y vendrá un águila roja a posarse sobre las grietas de la tierra, escupirá desde sus alas un torrente apocalíptico que desnudara la noche, por un pez, un barco y una roca marina, vendrá también un socorro desde lejos cuando se cierren mis ojos en esa mazmorra del tiempo, para fusionar mis instintos como lo hace el mortero en la cañada del arroyuelo con  el lino de su orilla.  Para entonces  un rey   caerá desde su trono  apuntalando  la historia,  será el desierto agua,  y las nubes un humo denso de bullicio y constelaciones despedazadas, ya no habrá cintura que te aferre a la calma, ni al pasto de las poesías, el alimento se perderá en los números  de unos pocos, los ladrillos  rojizos de aventuras descansaran sobre la trémula calle, y recordarás mi nombre.  Pondremos tablas detrás de las ventanas, rezaremos a  nuestros dioses y cada silaba de nuestro canto será la brisa que podrán repetir los colibríes  cada día de Abril.

Ha comenzado el ritual de las adivinaciones, han   llegado las manchas   del crepúsculo más volátil, si dejo en tus manos mis acertijos y mis retratos puede que entonces me acepten  en los anillos de  urbanas mareas, puede que aun pueda distinguir tus cabellos del rizado horizonte, puede que incluso te cobije en el manzano de las esperanzas, y me ruegue una oración de infinitos y armonías.  Cada rodilla en mis palabras  serán sentencia que te persigue en lo eterno, cada vocablo de mis deseos, cada cuña en  el espíritu desmontará  azucenas de nuevas variaciones.  Como aquel minuto que muere para hacer nacer otro incansablemente.


lcr/2015/ch/dic/lcr-pc.


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