La siembra.
Leonel Castellanos Rodriguez
Hasta ahora esta soledad sin ti merece un espantapájaros
sembrado en el mismo pecho
Merece un malecón de reflexiones, un baño de rosas y hasta
antiinflamatorios recuerdos
si pudiera reunir el sudor de esas horas en que te extraño
tal ves hubiese otro océano en la geografía
bueno sin exageraciones, un lago en la geografía.
Debes andar ahora del balcón al viento intruso
Y de la mesa de la tarde a la cama de la noche
Y quizás de la canción en medio del pleito, a la ansiedad.
Por ello te propongo
Como en cada estocada de un combate, que sea tu pelo
Un desafiante al viento.
Para cada huella en la línea oscura de la noche
Una llama de pensamientos y oraciones
Para cada esquina de tu cuerpo, la medida exacta de mis regocijos
Para el doblez de tus rodillas al apartarse al rincón
la flexibilidad constante de mi mirada.
Una oreja en lo más profundo de la tierra
para cada palabra equivoca en su nacimiento.
Desata tus manos, tira la cuerda, y corre
Déjame tus miedos en la agenda del día
Y sírvete un soneto en la alcoba de la nostalgia
mientras te propongo
Para una mano otra mano y las dos para la Cara
Para cada semilla un hilo de lluvia
Para cada una de tus religiones una cruz
Para golpe del destino, una objeción
Para cada adversidad, un hombro y ramo de esperanzas
Para cada deshielo una barricada de fuego.
Para cada otoño un a estepa verde de primaveras
Para cada crepúsculo una lanza de rocíos
Y para esta soledad un espantapájaros insobornable
Sencillo, audaz, clericó y hasta volcánico
La segunda parte de lo divino, y remendado por adivinanzas
Un espantapájaros cordial y sincero, atado firme a la tierra.
Leonel Castellanos Rodriguez
Hasta ahora esta soledad sin ti merece un espantapájaros
sembrado en el mismo pecho
Merece un malecón de reflexiones, un baño de rosas y hasta
antiinflamatorios recuerdos
si pudiera reunir el sudor de esas horas en que te extraño
tal ves hubiese otro océano en la geografía
bueno sin exageraciones, un lago en la geografía.
Debes andar ahora del balcón al viento intruso
Y de la mesa de la tarde a la cama de la noche
Y quizás de la canción en medio del pleito, a la ansiedad.
Por ello te propongo
Como en cada estocada de un combate, que sea tu pelo
Un desafiante al viento.
Para cada huella en la línea oscura de la noche
Una llama de pensamientos y oraciones
Para cada esquina de tu cuerpo, la medida exacta de mis regocijos
Para el doblez de tus rodillas al apartarse al rincón
la flexibilidad constante de mi mirada.
Una oreja en lo más profundo de la tierra
para cada palabra equivoca en su nacimiento.
Desata tus manos, tira la cuerda, y corre
Déjame tus miedos en la agenda del día
Y sírvete un soneto en la alcoba de la nostalgia
mientras te propongo
Para una mano otra mano y las dos para la Cara
Para cada semilla un hilo de lluvia
Para cada una de tus religiones una cruz
Para golpe del destino, una objeción
Para cada adversidad, un hombro y ramo de esperanzas
Para cada deshielo una barricada de fuego.
Para cada otoño un a estepa verde de primaveras
Para cada crepúsculo una lanza de rocíos
Y para esta soledad un espantapájaros insobornable
Sencillo, audaz, clericó y hasta volcánico
La segunda parte de lo divino, y remendado por adivinanzas
Un espantapájaros cordial y sincero, atado firme a la tierra.
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