La congregación.
Por leonelcastellanosrodriguez.com
Inhóspitos lugares son recorridos por los pasos que en la dirección del viento fluyen sin escala, ya no queda atrás otra cosa que no sea la huella de un andar impetuoso y la sabia impronta de llegar se rejuvenece en el aliento que antecede y concurre.
Así el caminante atravesaba el bosque de inciertas elevaciones, los arboles oscuros eran una barricada ante si, arboles oscuros que de dudas se nutrían y pendían de raíces cansadas y rendidas al tiempo.
Acompañado el caminante de un recuerdo suicida en los brazos, y en la mente el nudo de la horca imaginaria de la sed, la luna colmó sus espaldas en la tardía sucesión de un sol que le destroza el amanecer para convertirlo en día. Es que entonces divisa a lo lejos una congregación de flores revistiendo la estepa que delinea el horizonte.
En carrera desorbitada relampaguea la prisa en motivación sin fin agradece y bendice lo azul de los cielos y clava su mirada en lo infinito en acto de fe certera, salta la charca que se enamora de la cascada que le propone la acción siguiente y aumenta el pulsar del corazón.
Una sangre derramada al borde del polvo que se levanta en silencio, hace parecer que la utopía del contrato inicial terminaría en el alivio y no en el ocaso, pero no todas las palabras dicen el sentir como no todo sentir conoce las palabras.
De pequeño comenzó este andar sin contar cuanto se camina en la vida la propia vida, los tropiezos dignos de equívocos cálculos ya ahora son una sonrisa a medias en el rostro, testigo de insuficientes calmas detonadas y reflejadas sin auxilio.
Por fin la muerte, del camino y del paso unidos en el mismo punto y con
reverencia expuesta, al fin cae la corona y rueda con el valor de mil guerreros, y rueda con centenas de estrellas cayendo, doblega sus rodillas y se tumba al suelo que debajo de su estatura convidó el comienzo.
Para morir hace falta vivir, por ello el existir tiene punta y cola en si mismo, con el canto de las alucinaciones se cierran los ojos, cesan los motores y se cierran las puertas ,la luz culmina y el sendero recibe en refugio profundo el cuerpo de quien fue caminante y que hallo la eterna fusión para siempre.
Poco a poco se descarna su cuerpo y los líquidos evaporan rayos de triste evocación, poco a poco se disemina la piel en intrusos que invaden círculos y rectas transiciones en oculto negocio de retribución, olvidada será la tarea y la victoria, olvidada será esta historia de travesía. Por que es el olvido mas’ fuerte que el universo que a dúo nos llevó a contarla.
Leonelcastellanosr/quito/sept/2010.
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