La locomotora del sol es un puente macizo de hierro y venas de acero, engrapados con vertebras de tornillos oxidados, y números a los costados del humo que vuela sobre sus rieles, la locomotora pasa despacio delante de mis ojos en el ventanal del horizonte y yo….con un impulso de desventura y catarsis envuelvo las luces del atardecer, en una membrana de esperanza….y tejo con rocas azules las estrellas del lecho para mi noche.
La brisa inconstante coquetea con las faldas de las mujeres en la acera, con los sombreros de los caballeros en el desfile de trabajadores, como una trinchera de todos los despistados y frenéticos duendes del asfalto. Rozo mis hombros con los bancos y los columpios en el grito pequeñito de los niños al jugar.
Estoy sobre la imaginación del silencio que me visita y otra vez desde el podio de mi balcón, un gemido en el último rayo de sol se convierte en nota sublime del paritorio de la luna y entonces contesta el alivio de mi espera.
Las sombras danzan en el escenario del sendero que hasta mi llega, como vivientes cadáveres que soportan mis pasos apresurados. Canso mis ojos de tanto caminar, cruzo las calles, con saltarinas maniobras y estúpidas acrobacias y eso muchos autos no lo entienden, quiero llegar a mi destino, pero este tiene fichas negras y mejor posición. De eso se trata, de mirar, de andar con las pupilas, de buscar con el alma de la mirada, sé que estoy por ahí en algún sitio, quizás hasta en otras dimensiones de mi, para ser testigo de esta muerte enfundada en el crepúsculo.
Sería mejor ahogarse, partirse el pecho con el mayor de los túneles que cualquier navaja pueda hacer, que respirar la bruma de las ausencias, las líneas anudadas de los vacíos, sería mejor olvidarse del mar, de cualquier poesía, de cualquier canción, que repetirme las ansias en las ansias, la desesperación en las utopías, que repetirme en cada latido esta sed por descubrirme en un juntos, en un dos, en un para siempre. Sería mejor perder una extremidad, una oportunidad, una suerte, una dicha que recibir el martillazo inquieto de la duda en los oídos.
Esquivo como un erizo de los corales entre las manos, como el agua de los cantaros hijos de la lluvia, escurridizo como una libélula embrujada en su más verde disfraz, ciego como un enajenado polizonte de infantes fantasías en los recuerdos, esos recuerdos tan caprichosos como un vicio, como una tormenta de hormonas pulsándose en las sienes, la frente, los parpados, los labios y quemándome el pensar. Torpe como guitarra sin cuerdas a la orilla del rincón mas áspero, mas inútil, más cansado y olvidado.
El tiempo, el infalible tiempo, el tonto que no se detiene aun a sabiendas que nos aniquila sin tropiezos cada segundo, sin lastima, sin censura piadosa, el tiempo un apocalíptico señor de costumbres homicidas. A él quiero arrancarle cada instante que me robó, cada trozo del momento que se llevo entre sus oscuras capas, cada apretón de manos, cada caricia en los cabellos oyendo la trova de una melodía andina, cada sonrisa detrás de una copa, cada gesto insinuante al bañarnos en la madrugada de los deseos, cada piel, cada vida, cada capítulo, cada telón y volver a empezar, volver a empezar, volver a empezar.
……la locomotora del día se aleja,…… en el horizonte de mi mente se ha escondido el sol.
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