Por Leonel Castellanos Rodríguez/ Hablemos Press.
El abismo circular de las epopeyas castristas, sin religiones y sin abstenciones, se pudre otra vez, tras todos estos años como servidor infatigable del mal.
Nacido en la lomas de Mayarí, en los cursos de la montaña y el canto del gallo dentro de una taza de café, su madre Leoncia Rodríguez lo convida al honor desde el seno que en sus brazos descubre .Héctor corretea por las piedras del amanecer y lleva su maleta escolar asombrado por el revuelo de los colibríes y las mariposas, con la guayaba en la camisa y dos mangos en los bolsillos, por si falla el almuerzo, porque así también se vuelve uno cubano.
El niño Héctor, marchaba entre los batallones de plátanos y los equipos blindados de hormigueros y montículos en las guardarrayas. Soñaba para ese entonces ser el general Robín Hood que luchaba contra el rey imperialista, años más tarde se vistió con los grados de Sargento de Primera y sostuvo en sus manos un AKM-47 de verdad y triunfó en su utopía mecedora e infante.
Fue tan loco en construir su historia como en contarla, pero de esos locos brillantes que muchas veces nadie entiende pero que nos dejan un legado insuperable e irrepetible. Escritor, autor del libro ¨ Cuba, un pueblo esclavizado¨, este cubano hace una crítica en ajiaco puro y arremete contra el dictador con la sutileza de un son montuno y la enérgica acción del kamikaze.
Le he visto por las calles de Santiago, lo he visto en su casa, con su acento Holguinero, sin las notas de un Chile que lo acoge y protege. He escuchado la sinfonía narrativa de sus epístolas dirigidas al emperador comunista que gobernaba Cuba y que ahora lo hace por la puerta de trasera de la cocina, he leído el prologo de su libro, he leído sus ojos en cada frase que difunde el dolor y la pena que torturó su vida en estos años de exilio, y de pronto me viene a la mente tantos amigos en la misma situación ,que pierden los rincones que lo vieron nacer y hacerse hombres, pierden la madre que los moldeó y enderezó , pierden el claro de la mañana con el aroma a manigua, o el ruido incesante de los buses y autos en una urbe de pregones y chancletas corriendo en el circo callejero, pierden la mano del hijo en la mañana despidiéndose rumbo a la escuela, y pierden el hondear de la bandera como lluvia en la sombra de la tierra que nos enseñó andar .
Héctor Manuel Ramírez, dicen que su padre tuvo mucho que ver con su nombre, es un hombre común, como tú, como yo, como aquel, que un día arrancó con la maleta llena de hojas y discos con la historia de mi Cuba y se transformó en el enemigo, de un canalla, que dirige una secta de misantropía crónica.
Héctor, construye futuros , fotografía futuros ,sueña futuros, sin la anomalía castrense, sin la mutación bufonica y diabólica de los militares dictadores, sin los estados vegetativos de un comunismo decadente y disuelto, sin la supremacía senil impuesta, sin Fidel , sin Raúl ,sin los amos fúnebres que hoy esclavizan la mayor de la Antillas, y yo soy su amigo y sueño y construyo con él.
Ahora en un nido de contradicciones ideológicas, de costumbres persistentes, y de cargos enajenados de la realidad, traigo la escuadra y el compas que me ayuda a enderezar las paredes, y tengo las manos, que se entrelazan día a día para hacer de nuestra lucha, la casa de todos lo que ven el camino de la libertad como faro en los remolinos de un océano que despierta de poco a poco. Héctor, razón de guajiro, himno de compay, palabra de misionero y hermano, deslízate en la historia sobre nuestra Demajagua, en nuestro Cacahual, en nuestro polígono de ideas que juntos llegamos, seguro estoy, a la eterna libertad de la bella Cuba.
Que dios proteja mi tierra.
Viva cuba libre.
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