Palabras Cubanas

Un Blog de Leonel Castellanos Rodriguez

Balada del viajero,

Convertido en apuro el camino estaba cuando la noche le vestía, sin más paso que su espada oscura y
caminantes rendidos en la montura del viaje, viniéndose a sentar logran aquellos, junto el arroyo que
por sonido trae cantata en sus aguas sin muerte.

Los palos que de la hoguera prisioneros son, la olla del hollín verduzco provocado y las botas de cuero
que al castigo de la roca se rinden, descansan todos en cada lugar que por sumisión les pertenece, y es
entonces que empieza el quebrantado discurso de aquella pena, que muy hondo también habita y que
también como el más leal de los perros acompaña y camina.





-¿Alguien te espera, pregunta quien de juventud broncea su frente?

-No, hace mucho que me olvide de cuanto amor existe.
Un cigarro torpe, torcido por mano longeva, atestigua la respuesta del interrogado.


Si bien no se conocían mucho, la marcha sostenida por agujas amarillas y estrellas les enfundo
en la leyenda de este cantar, que sin guitarra me atrevo a contarles.



Quiso hablar entonces del padre tras los telares del hogar
Y de ese fuego que en la cocina pobre vive

Quiso hablar de la tarde meciéndose en sol dormido

Quiso hablar del padre, arriero que desciende de la loma y busca el abanicado sendero
en la mañana

Del mirar sostenido y la mano dentada entrelazada en el inocente saludo, quiso hablar de tanto, y no pudo.



Quiso hablar de la madre, la de cabello andino, lacio y negro
Ensortijado y suertudo cabello, que fusilado por viento, revoletea en los hombros
De la madre que en palabra suave te abraza el alma, y te besa la vida para hacerte prisionero eterno
Quiso hablar de la madre, la de olas encrespadas en el andar, la del consejo confiado, la del silencio
en el desvelo sincero, la del llanto, la del rezo, quiso hablar de la madre y no pudo.



Quiso hablar del hermano, de ese potro salvaje sobre los trigos y amapolas
Tendido cual sabana primaveral, llegaba y reía en sus sueños.
Quiso hablar del hermano, con los juegos que a la tierra preñaban sin tregua.
Quiso hablar del hermano junto a ese árbol frondoso, despiertos para contar hojas que por otoño caen.
Quiso hablar bajo el más amplio de los cielos, del hermano, y no pudo.



Quiso hablar del amigo
Aquel que en sus triunfos hacia asomar una plegaria por su suerte
Quiso hablar del amigo que comparte el mejor de los destinos
Quiso hablar de la fraterna devoción, que en el abrazo cándido amerita
Quiso hablar de hilos de sangre apertrechados en las barricadas del corazón
Quiso hablar del amigo, de alabanzas y complicidad, pero no pudo.



Quiso hablar del amor que desentierra la fibra y encuentra los códigos
Abre puertas y revienta las cuerdas
Del amor que remonta la piel y la desnuda sin espacios,
Del amor infinito y voraz en la locura, quiso hablar de l amor y no pudo.



Quiso hablar de dios, pero a tanto silencio antes merecía una continuidad.
Hasta de él, calló, y de la mar embravecida, y de la lluvia aguerrida, quiso hablar de la peor de las
hambres, la soledad, pero queriendo hablar de tanto y no poder, tendiéndose en lo espeso de la
madrugada, durmió con todo adentro como guardado en un cofre al final del océano.


(l.castellanos.r)

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