Palabras Cubanas

Un Blog de Leonel Castellanos Rodriguez

Al claro de la luna que amanece.. Epístola #2.

Buenos días corazón de mi pecho, buenos días suerte de mis ojos. Es la tierra progenitora desafiante de vacios cuando me faltas, pero es también alivio consumado en el riego de mí pensar. Es la tierra húmeda de la mañana, rincón sombrío, en donde nace mi otro yo en rostro y albacea del sentir, como una gota más de rocío. Es la tierra piel y taracea de este mi destierro que la vida me viste como lazo de horca. Y es, ese apartado tiempo que reservaste sin tu compañía para mí. Sitiando el último eslabón de la cadena de los bienaventurados, compongo el flanco derecho en la batalla, ostento la pluma como basilisco para enumerar mis penurias y desbalances. Me desterraste, supliste todo intento de recorrer tus océanos porque concebiste para este mi ser, marejadas inhóspitas bajo el claro de una luna fría y sin luz. Y ahora en cabizbajos telones como tramoya imberbe, deslumbro un escenario escaso y moribundo. He perdido las brújulas, inconsciente de la metafísica realidad degenero en mi duda, toda orientación de las voluntades y ando sin coordenadas, extraviado en los avatares de tu sensual existencia que colma mis deseos de lujuria inocente. Los huesos me hablan en suspiros y cada musculo en labor obnoxia me resguarda de la agitación que me convierte en tu seguidor, en tu vigilante, en tu acosador bohemio y truhán con mis recuerdos y mis suplicas que jamás escucháis. Hay tantos motivos por los cuales necesitarte que enumerarlos seria morir sin confesarlos todos. Pero denunciaré entonces los mas urgentes. Tiene tu brasa, expuesta en caderas, cabellos y voz, todo trenzado y coincidente como encrucijada, la magia sostenida de cien hadas y cien mil noches de husmear en tus cavernas como principiante del sexo. Tiene tu fuego esa codicia inapta que me acorrala contra las cuerdas de lo insaciable. Tiene tu abrazo tantos candados como llaves que me convierten en legendario prisionero. Tiene tu lengua lentos azotes y ritmo incomparable en el beso, tienes tú, eso que nos atrae, la formula con exactitud en la medida que nunca conocí. Vienes durante la noche como travieso fantasma para disparatar en la canillada cama y hacerme arder en un sueño provecto donde solo tú eres existencia y entonces sin alegatos defensivos, despierto al claro de una luna que amanece. Perdóname por no estar aquí, conmigo. (l.castellanos.r.)

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