. Por Leonel Castellanos Rodríguez/Hablemos Press.
A la salida de un pueblo lejano, de esos que se encuentran justo en medio de la nada, casi siempre rodeado de un rio de aguas heladas y unas colinas de un verdor intenso, por el camino que sirve de traer y llevar al viajante, se encuentran dos hombres cuando la mañana se partía en dos y en presencia del amarillo General de los cielos.
El uno de ellos, joven, venia con el viento que desde el sur le empujaba, de camisa arrugada y pantalones tan viejos como el camino que decía vestirse con sus pasos, la barba crecida como rio en lluviosa primavera, y la prisa se le daba con desagradable objetividad.
El otro, mas lento, venia con libro desgastado y sin caratula sostenido en la mano, abierto como quien lee y sabe cuanto, unas canas le rizan mechones largos que se despeñan desde la frente, mechones que aparta ante el tropiezo de algunas rocas disueltas, pero al instante del ultimo catapultado gesto, al mechón con todo y capa, hacia la espalda que carga una alforja de cuero, la vista queda centrada en un punto que se moviliza en dirección a el.
Por aquellos días, las noticias traían, el escándalo de la fuga de un grupo de rebeldes a unas cuantas leguas de allí, se decía que algunos habían logrado burlar la caza de los guardias.
Es justo e inevitable el encuentro, uno que guarda la mano en el bolsillo derecho, ocupado por una sevillana de hoja ancha, otro que cierra un libro y decide calcular las próximas palabras y los próximos reflejos.
-buen día al viajero que a mi llega-
-Buen día anciano-
-no tengo tantos años que merezca ese elogio longevo-
-a donde me lleva este interminable sendero que desando sin ruta?-
-depende de adonde quieras llegar –respondió sin esquivar la vista, el nacido antes, mirada que admira la juventud que frente a el se alzaba.
-estoy huyendo anciano, la muerte o la prisión me esperan sino llego al ocaso, a la distancia más larga que el horizonte alberga.-
-pues siguiendo hasta la ribera que descansa al oeste, llegarás al mar, tal vez un pescador entonces escuche tú suplica y acepte llevarte más allá de las islas que adornan nuestras tierras-.
Se reducen las respuestas, se reducen las distancias, crece la observación, la hoja filosa asoma desde la ventana textil, empuñada por la desesperación al mismo tiempo que asoma la pregunta en los labios de quien traspasa el círculo imaginario que lo atrapa con aquel que de capa y canas le sonríe.
-Tendrás algún dinero encima anciano, que me sirva en mi empresa de ambulante?-
-Solo aquel que te daré sin la amenaza que se ciñe entre los dos_
-dame, y deja tus palabras para si vuelves a verme, agradecerme la vida que hoy te perdono-
-que así sea-
La alforja se posa al pecho luego de la maniobra lógica que la acción invita, una sortija con rubí, y una pequeña bolsa abultada salen, el temblor sacude.
Sin oposición valiente, el mayor entrega el premio agitado.
Una nube subordinada se interpone entre los sauces y lo que mas arriba existe, de un gris intenso abruma el desafío, y no llega, y no se marcha, solo se queda como testigo.
El joven que sin nombre parece, toma el botín, se aleja y detiene su curso para voltearse y decir sin más ritmo que aquel que en discurso culpable delibera excusas.
-te lo devolveré algún día-
-si me encuentras, seré oyente de tus razones, hasta entonces que Dios te acompañe-
Continúan la senda opuesta cada uno de aquellos hombre, y los años pasaron como las golondrinas vuelan cuando emigran, los años se tejieron como laberinto, hasta que el destino
reúne las almas de nuevo como libreto del asar pendiente e inconcluso.
Tocaban a la puerta, la taza de te, es deslizada a la mesa contigua, la manija de la puerta recurva a la derecha, atónito el anciano descubre un rostro familiar, un rostro inesperado tal vez, un rostro ya mas rendido.
-Buenas noches anciano ¡se acuerda de mi?-
-Si la memoria no tuviera edad de niño, puede que no, pero desafortunadamente digo que si, me acuerdo de usted-
-ha pasado el tiempo verdad-
-así es- pero adelante salga del umbral y tómese un te que caliente la piel y los huesos que hasta mi casa trae-
Toma asiento aquel que la noche trajo, va a sentarse al diván que rellena la humilde sala del solitario anfitrión.
-mire después de llegar a mi país, logre cobrar una herencia familiar, emprendí un negocio que hoy me convierte en señor de caudales tan solventes como incalculables, hace unas semanas en un sueño me veía junto a usted, y a partir de entonces comprendí mi deber de saldar la deuda que con usted sostuve desde el momento antiguo y real que hizo que nos conociéramos-
Bebe un sorbo, ordena sus ideas y prosigue en versados y pausados argumentos.
-pero sabe anciano que la duda ha sido más fuerte que el remordimiento-
-¿la duda?-
-si -¿Por qué me dio ese dinero sin resistencia alguna?-se que imaginó mi desesperación, pero no parecía ser ese el motivo?...................,¿creo que lo iba a dar de cualquier forma?-¿por que?-
Mire joven, yo ganaba de todas formas, le di ese dinero con la esperanza de que algún volviera a mi con intereses, ahora vale mas y si le agrego tu amistad, me será suficiente para lo poco que me queda, si por el contrario no volvías, ganaba paz de saber que ayude quien de mi necesitó, y ganaba experiencia, para no volver a ser un imbécil.
Un dúo de sonrisas encendió la velada, un a sonrisa clara de ambos lados, una sonrisa de amigos.
Una sonrisa en quien da por la complacencia de su alma y otra en quien recibe aprendiendo a ser reciproco por mandato de la suya.
HAS BIEN Y NO MIRES A QUIEN.
Santiago de chile/2011.
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