NATIMANÍA.
Voy a teñir el cielo con los gritos más urgidos y desquebrajados
seré pozo y contienda en mi arrebato, una triste figura de oropel
escondida en las tramoyas de la rendición.
Voy a morder los venenos que sitian y se aglutinan detrás de melancólicas sombras, si un día te marchas como aquel tren a lo lejos y entre los viñedos grisáceos de verde pasión, recostaré mi pensar, para dibujar en todos los horizontes posibles la espera.
Voy a fusilar las mañanas
con sorpresivas barricadas de humo y desgano
como un novio de la bruma desquiciada y hostil.
Voy aparentar que las emociones no existen, Ya no querré que las paredes me retengan sin tus ojos mirándome ni balcones impacientes que me cerquen, voy a correr tras de ti y seré un forastero en todo instante de sonrisas, si te marchas de todo eso que somos.
Hablaré a solas con mi rostro rasposo y llenaré de cráteres mi mente para reproches y arrepentimientos,
seré cobarde como un Van Gogh
cual arquitecto de dicotomías beberé irrazonables fantasías que te devuelvan a mis manos. Haré que pudra la calma en el último de los infiernos, que se espanten las brisas al más fantasmal de los abismos, porque si tú me faltas, ya no habrá vida ni arcoíris por los que respirar.
No habrá amor en los manteles del Café bohemio que se besa con la esquina, ni rizos en la ola que las nubes estampan en la ventana. Ataré mis manos con las crines de los caballos de la demencia, con sarcásticas tempestades morderé el whisky sin tabúes.
Un despojo humano, un paria del destino, un convencible desastre, el último peldaño de la destrucción, porque sin ti, seré eterna ausencia.
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