EL CANTOR.

Melodía de la danza en la piel de un tango, lleva el cantor
Escondido en la niebla de un óleo sensato e intenso
Amarra las cuerdas, las notas en una partitura de azul yeso
Sin más lengua y sin más palabras que las del corazón.

Prórroga elástica y sin premonición exacta, en cuenta de almendros
Lleva el cantor en las rodillas y las alforjas
Lleva el cantor en las ampolladas manos sin remedio
Desatino y grave remolino que una rosa en la tarde forja.

Por un trillo de escobamargas y careta de nariz roja
El cantor al centro de la carpa su camisa de colores tiende
Entre el heno sus zapatones tropiezan con la toga
De príncipe mendigo, que la sonrisa vierte.

Con una sombrilla de tirones recocidos se sienta el cantor
Sobre un baúl de piratas a cuero martillado
Y recuerda aquella gaviota que otros mares conocen y sol
Re, mi y do, dibuja en la garganta con los ojos cerrados.

Y cuando todos se van en la algarabía del final
A solas en improvisada tonada silente, descubre su cara
El cantor, al fuego de una sopa entre candilejas y hamaca
Y una lagrima rodando queda por la almohada.