Palabras Cubanas

Un Blog de Leonel Castellanos Rodriguez

                     La historia de amor del carpintero.

  

En el país de los carpinteros, por allá por donde está el valle de los hombres que construyen puentes de cristal y está el lago de los barcos hundidos, un carpintero era tan pobre como la corteza del pasto cuando no se riega, la vida tenía en él un súbdito inconforme pero sosegado. Cada mañana el carpintero se levantaba e iba al bosque, del tronco del árbol más alto comenzaba su faena, la leña o piel de este, era removida con su bisturí, un hacha poca piadosa y vieja. Las sencillas mesas, barandas, bastidores y sillas que salían de sus manos no tenían el lujo de Luis XV, pero a los moradores del batey les gustaba.
Nuestro amigo vivía solo en una rustica cabaña, cerca del sembrado de almendros que nacía detrás de la colina, desde muy pequeño aprendió el oficio y sus mañas, creció entre el serrucho y los martillos, entre el clavo y la curva de la fibra que en la madera reposa.
Un día se decidió a salir en busca de un amor, joven y vivaz, la sangre le palpitaba como el corcel más salvaje, el deseo de mujer y cobija venusina le estaba cegando los sentidos. En el país de los carpinteros existía como típicamente pasa una plaza en el centro del pueblo, un bar y una tienda de víveres y misceláneas, en dicha tienda, un galeno de profesión y comerciante de labores, vendía pequeñas porciones de amor a precios asequibles para los ciudadanos de Carpinterlandia, que era el nombre de este místico país.
Así que ese día, no camino hacia lo profundo del sombrío bosque, sino que tomó el sendero que se abría justo al lado del molino de aserrín, bordeándolo entre las violetas y el trinar de los sinsontes mañaneros, nuestro amigo tarareaba una tonada de tiempos de antaño. Al comienzo del mediodía y ya con el sol rasgándole el sudor, llegó al mostrador de la tienda y sin hacerse preguntar, encomendó dos porciones de amor de la más cara esencia.
El galeno, que de experiencia sabe siempre que en estas formulas químicas hay daños colaterales intenta advertirle, pero la prisa de nuestro oficiante no lo deja, paga, toma el cáliz y se marcha de regreso.
Entre sus manos la botella de ámbar oscuro llena de una miel oliva con una fragancia irresistible, entre sus pensamientos los sueños, entre su pecho el galope, el camino esta vez más extenso que mil océanos juntos. Al llegar enciende las velas, retoca las sabanas perladas, sacude una caja de madera con 20 grillos como única sinfonía, escoge la más ancha de sus copas y bebe, bebe y bebe hasta el final el primer contenido. En cuestión de segundos apareció ante él, la figura de una tierna mujer joven, con el júbilo de una primavera, de enverdecidas caderas, de ojos furtivos y cuerpo de incomprensibles formas.
Como inocente nube cuando se arrodilla al crepúsculo, cayó nuestro amigo rendido por el más certero golpe del amor, sin pensarlo abrió el segundo frasco y lo bebió sin respirar, y en cuestiones de segundos….zas, la joven muchacha desapareció.
Ahora nuevamente entre arboles y hachas se oye el andar del carpintero. El amor en ocasiones como tan rápido llega se va, así mismo cuando menos los esperas, aparece.
L.C.R./2014

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