Palabras Cubanas

Un Blog de Leonel Castellanos Rodriguez

Fotos del adios.





Debajo de balcones y senderos escampados en la acera
Triste la ciudad de aire gris, mármol enamorado y geométrico
Como insipiente hambre de soles, una niña era.
Transeúnte bocado de una muchedumbre encrespada, una niña era.

Burbujeados saludos, incomprensible combate del lenguaje
Una mano de la madre, rellena de huesillos, la niña era
Fusil el ojo, la boca, el oído y el cabello desenfrenado, la niña era
Precipicio sin bordes ante la tez ovalada y la campaña de unos pantalones cortos.

Un trovador con perros manchados y lanza de quijote, era él
Ahuyentadas palomas en romanza de invierno
Sombra estática en añejada y lánguida esquina
Agonizante pánico de un transito diurno sin ocasos, él era.

Déjame que te cuente, mujercita, que al caer la noche
Por el acantilado del cielo, esclavo petulante de la luna para entonces
Se desprende el sereno mas frió que el glaciar parió, y mas húmedas las venas
Y mas húmedas las farolas, y mas húmedas las mejillas y todo aquello que es el
Pensarte.

Déjame que te cuente, mujercita, del minotauro, de los clones del fauno, de la hidra
De los centauros, del arcodeón, las luciérnagas sin cuadrilla de tesoros
Del ciclo de los espíritus, déjame que te lleve en un abrazo al aroma de los jazmines
Déjame que tu inocencia, una cruz de la caricia ceñida tenga.

Timón sin proas ni escotillas, eslora truncada y silvestre, la niña era
Ola disuelta en jarrones de una carroza distante, era la niña
Corcel ambulante de crónicas a fusión, era él
Por tanto y por nada, ambos siguieron volando en la vida, y todo queda aquí
En estos versos.

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