Palabras Cubanas

Un Blog de Leonel Castellanos Rodriguez

HISTORIAS DE EMIGRANTES

HISTORIAS DE EMIGRANTES.
Por Leonel Castellanos Rodríguez, poeta y escritor cubano.

Capítulo Primero: MELODIA HABLADA DE UNA EMIGRANTE.

Dejando atrás el Morro que inmóvil se mece entre las olas que le arrebatan la sequedad de su base, dejando los despeñados fragmentos de la escalinata que nace en la colina y muere en la avenida San Lázaro, dejando los cansados viajes en la mañana al agro de frutas y regateo con la mirada fija de los merolicos en los pocos pesos que se llevan en la mano, deambulando el vagabundeo de los pillos que se encargan de la tramitación, se fue a sacar su pasaporte para cruzar la líneas de las aduanas de los sueños y esperanzas. Todo parecía conducir al mismo sitio y llegado al punto que no importara el lugar decidió por irse de la miseria para hallarse en el lugar de los carros modernos y veloces que se aglomeran ante los grandes mercados y boutiques, tantas veces soñó con España, sobre todo después de conocer a José y de aquella noche en que juntos se entregaron a orillas del mar de la playa de arena fina y marfilada. Y con Italia cuando Francesco le prometió casarse y ponerle su propio negocio de peluquería, pero pasaron los años y todo como la hoja del árbol caída al viento, voló.
Con apenas 24 años la carrera universitaria se vio interrumpida por el intruso embarazo que le provocó su padrastro en una de esas tardes en que mama dormía los efectos de la caneca, ese pozo de alcohol en que se sumergía diariamente, así y todo mama no le creyó y fue sacada de la cobija hogareña como esas pulgas que asquean con su presencia y miserable existencia. A los pocos meses el cuartucho se encendió muriendo solo su pequeño engendro y que no sabe si se alivio o se torturó aun mas, pero la vida continuó y ella montada en el galope de los corceles del destino. Escondiéndose entre los libros de texto simulaba aun seguir estudiando para que el policía de cargos en la zona no la citara otra vez, y así de cuando en vez y de vez en cuando un turista alemán caía en las redes de la nebulosa de decente señorita, provocando con astucia la extracción en un cajero automático el pan suyo de cada día.
Ya nada le asombraba, su ritmo de vida por discotecas y bares, sus aglomeradas enseñanzas por parte de los novios que además de bellos eran ex –convictos, la hicieron un arma letal. Cientos de veces cruzó la cebra empolvada que sobre una mesa se tiende a la nariz, la estafa enmascarada con una risa de maquillaje insensible y despiadado, revolucionó su cerebro al punto de pensar casi al mismo tiempo que actuar, pero como una abominación en un contraste perenne por debajo de todos estos puntos grises y casi negros se hallaba un corazón afligido y triste que asumía el reto de sobrevivir a un pece a sus deseos de morir.
Su nombre no importa en estas líneas, será Yolanda, Sandra, Yeny, Suzy, a fin de cuentas la historia es una repetible secuencia que se enmarca en diferentes puntos de una ciudad caóticamente abandonada y hasta masacrada por los cuchillos del día a día en que muere la inocencia, naufraga la ternura y se elevan los instintos piratas, y las alcofradías sexuales.
El avión despegó, los nervios son surcos desprovistos de paciencia pero una burla sarcástica en los labios marca una cita triunfante con el destino que ampara las horas futuras y otra vez su mente se eleva al inconsciente estado de soñar despierta, no hay equipajes, apenas unas prendas de vestir, una cadena con una cruz que lleva empotrado la figura de alguien que jamás conoció muy bien, y los zapatos de su amiga, quizás la única persona en quien confió y que supo consolarla cuando sin refugio su piel sufría el frío y el abandono, su amiga que le enseñó a hacer el amor con mujeres y hombres a la vez, y que dejó en sus labios la marca del beso enamorado y la lujuria envuelta en caricias.
Ahora empezaría de nuevo y demostraría a todos cuánto valía y cuánto llegaría a hacer, al menos eso le dijo el santero que entre velas y coco la había recibido la tarde antes de partir, esta vez conseguiría el dinero para rehabilitar a su madre y pagar el ajuste de cuentas de su padrastro, que aunque permanecía tras los barrotes carcelarios aun difamaba de sus desventuras, y así podría poner sobre la tumba de su difunto hijo una lápida satisfactoria. Esta vez encontraría todas las puertas abiertas y conocería coordenadas y latitudes inimaginables y será que soñar muchas veces o todas, nada cuesta.
A los dos meses ya contaba con un puñado de dólares que la harían continuar la ruta hacia lo más alto en la geografía, hacia allí donde la nieve cubre los rascacielos y navegan tranvías entre vidrieras y semáforos, hacia allí donde tantos han llegado en nombre de los tantos que han muerto por llegar, pero un mal tiempo hizo demorar la travesía y otra vez asumió el amargo sabor de ser violada, apuñalada en su rostro y en su alma, y el regreso fue un tormento imposible de olvidar.
Ahora el tiempo presente, la fecha real nos dice que ha pasado un año, los ojos no duermen, los músculos no descansan, los pensamientos transitan en un ir y venir sin detenerse, la nostalgia la viste y nada aun ha sido resuelto. La realidad es otra y no es mala suerte, no seguirá usando ese pretexto para redimirse de sus culpas y errores, la realidad es un fusil que apunta a su cabeza a cada minuto; de mano en mano, de cama en cama, de casa en casa, ha volado por todos los pechos y burós que encontró en una ciudad que la desconoce. Mira la TV creyendo que algún político dirá en un discurso simbólico una ley que al fin reconozca sus derechos, hace llamadas telefónicas, visita porteros y barman de la mafia, concierta citas con delincuentes adulterados en su porcentaje y regresa a un colchón tirado en el piso cuando ya la madrugada se convierte en testigo.
Bendita marihuana y bendita coca, son las dos vírgenes a quien enciende una vela a cada rato, mientras lo hace se roza con la mano el vientre y la cara, con un toque sutil los dedos se embriagan de los queloides que pronuncian las cicatrices, pero no recuerda, escribe un poema en un trozo de papel amarillo mientras se despeina con una brisa que por la ventana asoma. En el poema la palabra despedida es latente y subrayada varias veces. Condena la labor de Dios y la insuficiente ayuda que ÉL y sus ángeles le han ofrecido, renuncia a la alegría, entierra su voluntad y sostiene en la mano la cuchilla afilada que espera su orden.
Hacía días que no sabía de ella y al preguntar a las pocas ratas que la conocían fue un trozo de papel amarillo lo que me entregaron con un adiós explícito justo debajo de su firma, atónito y encausado en los perímetros de la incertidumbre regrese al teclado y pensé en escribir esto que pudiese ser una melodía hablada de una emigrante. Descansa en paz.


ECUADOR/SEPT/2010.

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